Autora: Ana María Velázquez
Arriba, cerro, bosque, verde, Wuaraira repano, Ávila. Acá, sed de siglos de sol. Abajo río, barro contaminado. Acá, lluvia de vertederos de excrementos, de aguas sucias de miles y miles de años de inmundicia.
Al norte las perras salvajes de pelaje amarillo de Centeno buscando ansiosas nuevas presas para arrancarles las bocas a mordiscos, al este el sol y Petare, gran barriada de casas rojas y techos de zinc, al oeste la laguna insalubre de Catia, al sur cafetales enfermos. Acá, un corazón que late cuando te nombran en las calles de Barcelona, de Berlín, un pecho cuajado de balas que aún te ama. Mala madre de todas las malas madres que han parido, asesina de sueños. Un pecho surcado de navajas y un puñado de cruces. Un llanto ante una cárcel, un hijo que se va y no vuelve, una hija que deja de ser hija apenas la nombras para convertirse en bestia, en loba aulladora.
Arriba el cielo sin saber qué pasa, acá la voz de una poeta que habita tu vientre abierto, cruzado de arriba abajo por el Metro, abajo la autopista que te cruza y te parte en dos, acá, mi canto, calmando tu pena de años de darle al cepo sobre la espalda del negro, al inicio la reina María Lionza cayéndose de su danta, al centro Colón decapitado, al final una plaza y una virgen de oro. Acá mi voz, resollándote en el cuello en la carrera que pegas cuando me ves, acá mi andar que se hace eterno en tus aceras, en tu Metro, cuando te asecho buscando, Caracas, mis recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario