PUBLICARTE da la mano a la celebración de los 444 años de nuestra ciudad. Caracas la mujer. Caracas hombre, niño o niña. La tantas veces ultrajada, la que no pierde la esperanza. Caracas será tomada de la mano por los que crean, sueñan, proponen, discuten, reflexionan a través de la palabra. Caracas también es texto, cuento, dramaturgia, narración, ensayo, poesía. Caracas es el abecedario que nos acompaña cada día, Caracas es una niña que continua soñando con que algún día será grande.

martes, 21 de junio de 2011

Martín Silbador

Autor: Raúl Stolk

Zumba cual mosquito por la Libertador, quebrando la moto entre carro y carro como un campeón. Sabe que le tienen miedo, pero el no es malandro y no se aprovecha. Al contrario, sonríe a las señoras buenamozas y da los buenos días a los desprevenidos que sorprende con el vidrio abajo.
No le interesa comunismo, socialismo, paludismo ni capitalismo; el único ismo en el que cree, es el sismo que la Candelaria prometió para el 2012. Las promesas son palabras y lo único real, es lo que se tiene en la cartera.
 Las ventanas de los carros son vitrinas a las vidas de los conductores. Su entretenimiento, su cine, su teatro –si supieran todo lo que se ve: muchachitos tremendos en el asiento trasero, amantes que pasean en silencio y a grito pelao, el mujerón que necesita un buen hombre y menos maquillaje, la cantante en pleno recital, el actor que se pierde en sus sueños y agradece su Oscar a casa llena; todo eso y mucho más en la cola de las tres. Para Martín no hay mejor telenovela.    
Va por los Cedros y cae un chaparrón. Se moja y acelera. Cada vez que pasa un viaducto lo saludan los colegas que saben; que Martín no para, porque Martín no llega tarde. El diablo, histérico con su señora, apaga la lluvia y borra las nubes del cielo. El sol calienta.
La manga de coleo termina en el Sambil y Martín vuela por Bello Campo, apartando a la gente y a los carros con su silbidito original. Llega a la Francisco de Miranda y para en el semáforo de la Plaza Francia. Se toma un par de segundos para admirar su Ávila que, recién bañado, pareciera estrenar nueva capa de pintura. Sonríe. Ve la hora. Va con tiempo. Mejor, imposible.

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