PUBLICARTE da la mano a la celebración de los 444 años de nuestra ciudad. Caracas la mujer. Caracas hombre, niño o niña. La tantas veces ultrajada, la que no pierde la esperanza. Caracas será tomada de la mano por los que crean, sueñan, proponen, discuten, reflexionan a través de la palabra. Caracas también es texto, cuento, dramaturgia, narración, ensayo, poesía. Caracas es el abecedario que nos acompaña cada día, Caracas es una niña que continua soñando con que algún día será grande.

martes, 21 de junio de 2011

LASCIVIA CAPITAL


Autora: Mariela Suárez

Diría que nuestro primer “pase de corriente” fue aquella tarde de mi despecho, cuando lloré bajo la lluvia –enloquecida– en medio de la ciudad... y de pronto descubrí que llorabas conmigo… Y tanto lloraste, que parecía que tus lágrimas iban a inundarlo todo. Ese día entendí que estábamos conectadas. La gente me veía hablando sola pero tú me escuchabas –pacientemente– mientras me acompañabas a casa para luego desaparecer tras mi puerta. Pasaron años. Después te vi tantas veces! En las aceras, en las calles, en todas partes… Pero siempre distante, atareadísima, tan indiferente, que si me hubiera muerto en un instante, tu vida habría seguido como si nada... Por eso me parecías desalmada y hasta peligrosa... Y por eso pasaba con los vidrios bien subidos para que no me vieras... Yo te había visto muchas veces, pero nunca te había mirado… hasta el día de la cola infernal en la que inhalé por horas el humo de cientos de carros, y agarré una sobredosis de smog deputamadre, de cuyo letargo me desperté a cornetazos. Y al abrir los ojos, estabas allí, mostrándome una hermosa estampa: un alucinante collage de edificios, falda frondosa, cielo, verdor y una de tus tetas! –sí!!! una de tus ¡tan mentadas tetas!, de las que un amigo poeta me había hablado tanto!– Madre! nunca me había detenido en ello, pero era imposible de evitar... era imponente, hermosa, simplemente abrumadora. Y sólo reaccioné con el grito: –Avaaaanza, que la cola rodó! Y tuve que cruzar en la esquina, y te saliste del encuadre, convertida en obsesión. Así que quise devolverme, volar por encima del tráfico para aterrizar en ti, mientras en la radio, una vieja canción de El Puma me incitaba a “acariciar tu vientre, y bajar al mismo centro, y subir hasta la cima de tus senos...” –Dios! estaba arrebatadísima!–  Decidí entonces que la vía más expedita para llegarte sería la Cota Mil hasta alcanzar Maripérez. Y –tal cual– allí te encontré, desparpajadamente “topless”, con varios de tus pechos al aire –de los que tienes regados por toda la ciudad de manera tan impune–. Compré ansiosa un boleto para el teleférico y comencé a subirte desde la punta del pie, remontando tu falda –tu verde y frondosa falda– para seguir hasta conquistar la anhelada cúspide. Y entonces asistir desde allí al asombroso espectáculo de contemplarte completamente tendida y desnuda para mí... cubierta apenas por algunos retazos de nube que dejaste a propósito para hacerme esperar. Y empecé de nuevo a recorrerte –enajenada–  y tal como en la canción: allá tu vientre     –La Maternidad–, allá tu centro –sus dos torres incluidas–,  y yo en la cima de tu seno!… Allá la Carlota  –y la gente aterrizando en ti–, allá tus nalgas –que también son de Rómulo–, y allá tu alma –citadina y libérrima– en la U U UCV.  Allááááá el Poliedro –tu ombligo–, y el Helicoide –y qué será el Helicoide?–. Tu piel de casas y edificios, tus venas de autopista, y allá tu montedevenusbotánico cual jardín. Y cuando ya empezaba a sentir el clímax –tu clímax de montañax– y a respirar aire fresco, se me oxigenaron las neuronas y regresaba ya a mi estado natural de conciencia. Aún me fumé unos churritos con chocolate, para terminar de sublimar la “lascivia ciudadana” que todavía me estremecía un poco, para después comenzar a organizar y tomar nota de mis extrañas y recientes alucinaciones eróticas/urbanas que bien podían servirme más adelante para escribir un voluptuoso relato sobre la ciudad. Esta ciudad indiferente y desalmada; errática… tan ajena y tan cercana. Esta Caracas asombrosa, que ha llorado conmigo y me acompaña siempre. Esta ciudad tóxica y delirante que me seduce, incluso a pesar de ella.

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