Autora: Vanessa Ardila
Caracas cuántos techos rojos te han arrancado tan injustamente la praxis y el tiempo. Tan joven y vieja a la vez, con tantas ganas de vida y a la vez tan agotada. Los contrastes marcados de tu silueta generan sentimientos así de contradictorios en tus habitantes, quienes por continuos movimientos pendulares pueden amarte y despreciarte a la vez.
Cuando recorro una y otra vez el reverso y el anverso de tus crónicas, fotografías y ensayos de esa década gloriosa de los 50, observo desde la nostalgia un tiempo que ya no es, que ya no será. Desde mi presente puedo extrañar algo que nunca vi, que nunca viví, pero que añoro entrañablemente.
En las escaleras de las Torres del Silencio todavía se puede sentir cómo el aire que sube y baja por los peldaños de mármol aún está cargado de un urbanismo integral, de espacios que comulgaban en convivencia plena con sus habitantes y que envolvían a la ciudad en un todo.
Hoy, no dejo de pensar que puedes verte nuevamente así, mágica, pujante, prometedora, con aires que nos arropen a todos en espacios múltiples y posibles, donde se conjuguen en plural tus edificaciones, habitantes y vías, donde tú Caracas seas una sola urbe, una sultana que acobije en armonía tus potencialidades infinitas.
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