PUBLICARTE da la mano a la celebración de los 444 años de nuestra ciudad. Caracas la mujer. Caracas hombre, niño o niña. La tantas veces ultrajada, la que no pierde la esperanza. Caracas será tomada de la mano por los que crean, sueñan, proponen, discuten, reflexionan a través de la palabra. Caracas también es texto, cuento, dramaturgia, narración, ensayo, poesía. Caracas es el abecedario que nos acompaña cada día, Caracas es una niña que continua soñando con que algún día será grande.

miércoles, 29 de junio de 2011

La abuela y su bordado bicentenario


            Autor: Catherine Ciardiello M.

Todos somos Caracas, capital de modernas y antiguas estructuras e interminables colas de autos. Todos la sentimos, la padecemos y la gozamos. En nuestras acciones se refleja el amor que le tenemos, es nuestra ciudad alegre, vibrante, ruidosa, inmensa con sus ríos de gente.
Hoy, en su aniversario, Caracas, vestida de abuela, con velitas de cumpleaños reflejadas en sus muchos ojos, está sentada en el Ávila, cómodamente, disfrutando el abrazo verde. Mirando la fantasía de su valle. Con sus canastas de hilos de historia y sus largas agujas que escriben y bordan en nuestra alma aquella frase: “Pertenecemos a los primeros tiempos y a las primeras gentes, también pertenecemos al siglo que viene”. Ella teje vientos y ordena los duendes de la imaginación, es una abuela que también hace arepas, baila al son del tambor  y abraza a los niños con ternura. Puede ser también  el bordado de una esbelta muchacha con sonrisa de triunfo y su corona de rocío. O aquel niño que juega entre los charcos, lanzando al viento papagayos que se quedan prendidos en los balcones. El obrero resoplando en las alturas, el vendedor de mandarinas. El repartidor de periódicos. ¡Sí! Caracas somos todos, adornados en lentejuelas amarillas, azules y rojas.  Luces que se apagan y encienden esperanzas. Próceres mirándonos más allá del tiempo. Una  Caracas color de la tierra con ojos claros cantando como ríos. Gentes de andar festivo, notas musicales que revolotean como mariposas.  Somos todo y nada si nuestro corazón no se estremece ante su grandeza. Lugares llenos de dolor, como en todas las grandes urbes. Ese profesor universitario que guarda en su carpeta los sueños de los alumnos. Los libros esperando ser leídos.  Esa lluvia a veces fría, que rueda por la montaña y extiende su guirnalda de flores en la montaña o se lleva casitas envueltas en barro. El sol mirando goloso la tierra de Bolívar; el calor  entre encajes y faldas blancas. Los que luchan, los que combaten, los que hacen mal, los que rezan. Los que juegan Beisbol, los llamados a la tecnología, los poetas y los que piensan que puede existir un mundo mejor si se unen esfuerzos. Somos todos, conciencia de vida entre hermanos.  El café de la mañana, el culto a la sonrisa. El soldado como estatua en sus largas horas de vigilia, la mirada amorosa de la madre. El pensamiento sin ataduras. Somos mitos, somos metáforas, somos ideas, somos niños con ojos de porvenir. Somos caminos entre árboles para amarlos. Somos trabajo creativo para protegernos entre nosotros. Somos amor, aunque a veces andemos con la mirada perdida y el corazón estrecho. Somos una fórmula, un ritual, una evocación de ingenio. Somos y debemos serlo, sin olvidar las raíces, una visión de futuro.  Somos en fin, un canto de arpa, maracas y cuatro. La patria de los muchos suelos, aceptando la variedad de la existencia, lanzando palomas blancas en una lección de paz.

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