Autora: Alid Salazar
Caracas tomo tu pulso latente. Con mis pisadas afiladas siento vértigo en tus inclinadas calzadas, abultadas por las raíces de tus árboles. Tu basura espina mis sentidos. Te presentas inhóspita con tus alcantarillas destapadas y la inseguridad trepidante. Tus casas enrejadas guardan temores. Enjambre de timadores al acecho. Tus edificios gigantes desconciertan la arquitectura. Cines otrora, ahora templos religiosos. Araño tu aire contaminado. Voy por tu laberinto de olores sintiendo el ritmo vertiginoso de sonidos intrépidos, escuchando palabras soeces, observando construcciones en ruinas. Lugares abandonados sin luz, mendigos y transeúntes paranoicos, motorizados infractores sin placa, conductores azarados, obstinados por el tráfico, peatones malhumorados y yo camino lento; sintiendo las piedras escupir, deleitándome con capachos y trinitarias, amándote, subiendo hasta la cima de tu loma verde para contemplar tus vericuetos. Cuanta satisfacción me has dado Caracas. Ni te extraño ni te añoro cuando me voy. Al regreso, quiero palparte, devolverte mi lejanía. Deshago el fractal de mi memoria. Cuando veo la Plaza Venezuela lloro de felicidad. Al transitar tu suelo pienso en mis afectos. Quiero abrazarte, ir al Capitolio, La Catedral, la Casa del Libertador, de Bello, de Pietri y la Rómulo Gallegos. Ver tus espectáculos, compartir y confesarte mi amor siendo amable hasta con el más patán. Que mi risa te llene de alegría, mirarte a los ojos y pedirte que desde lo más profundo de ti nos des paz. Que te queramos más y dejemos de apiñarnos tanto en tu subterráneo, utilizando nuestras extremidades, que seamos creativos y te embellezcamos, ocupemos tus calles para saberte nuestra, susurrando dulcemente “Paz” mientras unimos nuestras manos con solidaridad para darte lo que cada uno pueda desde su arte.
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