PUBLICARTE da la mano a la celebración de los 444 años de nuestra ciudad. Caracas la mujer. Caracas hombre, niño o niña. La tantas veces ultrajada, la que no pierde la esperanza. Caracas será tomada de la mano por los que crean, sueñan, proponen, discuten, reflexionan a través de la palabra. Caracas también es texto, cuento, dramaturgia, narración, ensayo, poesía. Caracas es el abecedario que nos acompaña cada día, Caracas es una niña que continua soñando con que algún día será grande.

martes, 19 de julio de 2011

DE PERTENENCIAS Y ORTOPEDIA, AL PIE DEL AVILA.


AUTOR: ELIO PALENCIA

Estampas sobre algunas Caracas.


EXTERIOR/ DÍA. MIRADOR DE SABAS NIEVES. El Hombre llega. Resopla, se sienta, se descalza. Palpa sus pies. El empeine, el arco maltrecho por la subida hacia un reencuentro que se le ocurre necesario. Respira como si quisiera que el paisaje contemplado le cupiera dentro… ¿Es mía? ¿Soy de ella?
Allá, lejos, su edificio, tras el cual le sonríe una nube con voz de socarrona abuela virgen: “¡El pobre, mijo, en la plaza Bolívar, si es posible! Junto al boticario, el jefe civil y los bomberos”  El Hombre suspira y piensa: ¿Se puede ser pobre, abuela, si justo al despertar puedes ver el Ávila y recordar que ningún día es igual a otro? Silencio. La nube… DISUELVE A:

EXTERIOR/DÍA. AVENIDA URDANETA. Cuarenta años antes. El humo de los tubos de escape devela las manitas de El Niño asomando desde el wolsvagen. Todo ojos y orejas acusando cornetas y “¿qué es un parquímetro, papá?” Vértigo bajo ese elevado más real que el de “Los Supersónicos”. Quince kilos de fascinación, El Niño se pregunta si entre tanta gente aparecerá Robotina, ¡si eso es el futuro! ¿Aparecerá Lucecita luciendo inocencias y crinejas por estas calles? ¿Cuál ventana abrirá América Alonso para contarle a la vecina sus casos y cosas de casa? ¿De qué zaguán saldrán Las Morochas con sus ingredientes para cocinar su Pastel de Chucho? ¿En cuál  estadio Davalillo le estampará su autógrafo a Tomasito, mientras Robert y Akela lo creen perdido en las fauces del Pico Naiguatá? ¿Qué poste de estos será el palo encebado cuya cima promete una boda con tequeños y centros de mesa? ¡Arte Katino, la joyería del gatito simpático! ¿Y si ahí está Musiú Lacavalerie, papá, y me da un regalo “para mamá en primera base”? CORTE CALIENTE A: INTERIOR/DÍA. CONSULTORIO.  El Niño baja de sus cielos catódicos y ve cómo su piececito es medido por un señor gigante con lentes culo de botella. “Deja la malacrianza, hijo, que a esto vinimos a Caracas: a encargarte tus botas ortopédicas”.

EXTERIOR/DÍA. CALLE DE PUEBLO. El Bachiller con su mochilón a la espalda sostiene la lágrima en el esternón. La Madre, detrás, no puede con la suya. Él lucha por no voltear. Mira las nubes y siente culpa por abrir el pecho hacia mucho más que la escuela de Sociología, y el teatro, y la literatura, y la cinemateca y los museos, y la piscina pública, y la noche y el desenfreno de pollo altivo y hormonado, y el éxtasis y la risa y el dolor y la traición, y la desidia y la muerte, y lo que no existe y puede ser, y el golpe y la metralla, y el afán de justicia y la baja autoestima, y la autonegación, y la resurrección de cada día ¡y el mundo ancho queriendo no hacerse ajeno!  La posibilidad de hacer del caos cosmos, envuelta en tres sílabas de cacareo caribe anunciado por un colector del autobus: “¡Caracaracaracaracas!” El Bachiller no cede a la tentación de voltear y ver a La Madre sujetando ombligos. Mira una nube y ahí está La Abuela sonriendo, señalándole los pies, recordándole la necesidad de pisar firme.

INTERIOR/NOCHE. CHINCHORRO EN CORREDOR PROVINCIANO.  “Y el doctor agarró tus piececitos de recién nacido y te dio tus nalgadas” “¿Y lloré, abuela?” “¡Un berrido que se oyó de aquí a Paraguaná!” “¿Y por eso salí plancheto como mi abuelo, y no fundillúo como mi papá, o mi mamá, o tú, o mis hermanos?” “¡Tal cual!” “Pero, ¿a ustedes cuando nacieron no les hicieron lo mismo?! “Gua, sí, pero es que a ti el galeno te dio con más fuerza ¡Si hasta gritó!” “¿Gritó?” “¡Bien duro: te dio el carajazo y te dijo: Pa’ Caracas!”

Y aquí estás hoy –se dice el Hombre Maduro sentado en Sabas Nieves- entre verdes neblinosos, tras idas y venidas, amores y desamores, muertes y resurrecciones, en la constante elección entre desesperanza y fe, lo que es y lo que podría ser. Vuelve a respirar hondo, como queriendo asumir un designio, como para beber un vino que, siendo amargo, podría venir envuelto en una primavera capaz de endulzarlo. Contempla la ciudad… ¿Es mía? ¿Soy de ella?
¡Qué más da, es y ya! ¡Al carajo la pertenencia! Mira sus zapatos de goma. Luego, sus pies. Los soba, casi los acaricia mientras ve hacia arriba, sonríe y suspira: “Ya se gastaron las plantillas, abuela. ¡Pero mañana voy al ortopeda y me mando a hacer otras!”

Julio/2011.

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