Crónicas Caraqueñas.
Autora: keily Lozano
El Taxi.Caracas, mi gran Caracas, cuna de próceres y libertadores, ciudad histórica, anecdótica, emblemática, eres estructura, paisaje música, poesía y arte, pero más que todo Caracas, eres la peculiaridad que te ha legado tu gente, ¿Cómo escribirte un cuento, una historia, un poema, un relato, sin implicar a tus pintorescos transeúntes, los peatones, los del metro, los de dos ruedas y los de cuatro? ¡Como dedicarte un texto sin hablar de la cotidianidad!
Uno de los cuatro viernes que trajo el mes de junio de 2011, el metro de Caracas, amaneció con un fuerte retraso, situación que cambió mi rutina diaria y me obligó a tomar un taxi para llegar a mi sitio de trabajo; después de tratar de detener a dos de ellos y no estar de acuerdo con la tarifa, circuló frente a mí con su Malibu azul oscuro el señor Juan Colmenares, que una vez acordado el precio de la carrerita me invitó a subir amablemente a su automóvil. Yo por mi parte, me puse cómoda como es mi costumbre al abordar este tipo de transportes, saqué mi Ipod y un libro que describía todo lo concerniente a la capital dé Venezuela, pues quería documentarme un poco antes de dedicarle un cuento a mi ciudad natal. Transcurrido unos diez minutos comencé a sentirme inquieta al percatarme, que el señor Colmenares me observaba por el retrovisor, así que resolví hacer contacto visual por un instante para indagar acerca del porqué de las insistentes miradas del conductor, él me sonrió y yo le sonreí, me preguntó si estaba ocupada y le asentí con mi cabeza, también indagó acerca de lo que estaba escuchando y leyendo, le comuniqué cortésmente sin darle mucha importancia a dicha consulta, que escuchaba la banda caramelos de cianuro y que leía acerca de la historia de Caracas, porque pretendía elaborar un cuento o relato para el aniversario de la urbe.
El señor colmenares me manifestó que no era necesario que leyese el libro, que con sólo mirar la imponente arquitectura que me rodea, podría escribir una hermosa e interesante historia, a lo que un poco incrédula contesté, ¿usted cree? yo no soy experta en la materia; es más, no sé ni papa de arquitectura, yo tampoco soy especialista, me replicó él, pero he viajado a casi todos los países del mundo y le puedo decir con toda propiedad que Caracas tiene un pedacito de cada uno de ellos, por ejemplo, si usted se para delante de la Iglesia que está ubicada frente a la Plaza Italia, en la Avenida San Martin, perfectamente podría decir que se encuentra en Francia, pues la misma es una réplica de un ala de la Catedral de Notre Dame, Iglesia ubicada en dicho País.
Al escuchar tan interesante explicación cerré mi libro y apague mi Ipod para atender a las indicaciones de tan ilustrado caballero. Le pregunte que otro dato interesante podría agregar con respecto al tema, él se sonrió y me consultó si estaba muy apurada, yo le dije que no, por lo que dio un giro, para llevarme a pasear por el Capitolio; una vez allí, me señalo que la acera donde se encuentra la iglesia de San Francisco perfectamente podría ser una hermosa calle Londinense. Fascinada proseguí mi emocionante recorrido por dos horas o quizás tres logrando distinguir un sinfín de países en cada pedacito de mi metrópolis, el señor Colmenares por su parte me dio detalles con fechas, anécdotas y nombres de cada avenida, calle, esquina biblioteca e iglesia, la verdad me dejo atónita, más bien abismada con tanta información, le pregunte como era que sabía tanto de Caracas, a lo que el muy serio me respondió, que había nacido durante la época de Simón Bolívar, una noche lluviosa, bajo el Puente Nueve de Diciembre ubicado entre San Martin y el Paraíso, que se había bañado muchas veces en el rio Guaire y que se conservaba joven y vigoroso, porque se tomaba todos los días una copita de zarzaparrilla un elixir depurativo que vendían en el mercado de la UD3 de Caricuao, yo no sabía si reírme o salir corriendo, lo cierto fue que me baje del vehículo una vez que llegue a mi destino, muy tarde por cierto, pero muy satisfecha de tan interesante encuentro, la sorpresa y la curiosidad me obligaron a investigar cada dato, cada frase y cada explicación y maravillosamente todo coincidía, por lo que salí corriendo a medio día a comprar mi respectivo elixir depurativo de zarzaparrilla, que me tomo religiosamente en ayunas, según indicaciones de Colmenares, por si acaso claro está. Aunado a ello de vez en cuando la duda me persigue, pues no sé, si el señor Colmenares es un genio que de tanto leer se volvió loco, o algún viajero del tiempo que tuve el privilegio de conocer.
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