PUBLICARTE da la mano a la celebración de los 444 años de nuestra ciudad. Caracas la mujer. Caracas hombre, niño o niña. La tantas veces ultrajada, la que no pierde la esperanza. Caracas será tomada de la mano por los que crean, sueñan, proponen, discuten, reflexionan a través de la palabra. Caracas también es texto, cuento, dramaturgia, narración, ensayo, poesía. Caracas es el abecedario que nos acompaña cada día, Caracas es una niña que continua soñando con que algún día será grande.

jueves, 4 de agosto de 2011

POR QUÉ ME QUEDO EN CCS


Autora: Liza López
Julio 2011
Aniversario 444 Caracas

Cada vez que un amigo me cuenta que se va de Caracas, le digo que antes de emigrar aproveche de visitar aquellos sitios que le son especiales de esta ciudad. Que camine por el centro y recuerde cómo era con buhoneros, que se tome una chicha en la Universidad Central de Venezuela, que vea caer la luz de las cinco y media de la tarde apoyado en un tronco en El Ávila, que a esa misma hora, desde ese mismo árbol, vea a las aves cruzar de norte a sur y de este a oeste sobre las autopistas, que transite las avenidas en una camionetica que tenga la música a todo volumen o que, simplemente, se siente en cualquier plaza a ver a la gente y a los carros y a las motos pasar.
Cada partida remueve lo caraqueña que soy pues se ha hecho más frecuente el que tenga que argumentar por qué yo sí me quedo en Caracas. Por qué no me pasa por la mente imaginar mi vida en otro lugar. Y la gente se espanta cuando uno dice que no tiene planes de irse ni a corto, mediano o largo plazo.  Esa misma gente también se espanta cuando algún caraqueño que vivió un tiempo afuera retorna, o estando afuera, se le ocurre comentar que se regresa. “¿Estás loco? ¿Pero cómo se te ocurre regresar a esta mierda? Mejor quédate por allá”, le responden.
Eso le dijeron a una amiga que acaba de llegar de Barcelona. Me la conseguí esta semana y andaba triste porque comenzaba a sentir que había tomado una mala decisión. Me contó que no se hallaba en España, que no conseguía trabajo y que no pudo ser feliz. Que tenía muchas ganas de volver, pero que estaba harta de que todos cuestionaran su regreso. Le di la bienvenida con un abrazo y le dije que no se arrepintiera, que a mí me dijeron lo mismo cuando regresé de mis tres años en Paris y que aquí, en esta Caracas que por momentos agoniza y al rato resucita, ahora es cuando hay oportunidades de hacer, de deshacer y de volver a hacer. Le dije tranquila, aquí uno puede inventar hasta un nuevo lenguaje y nadie te va a rechazar por no hablar con el acento correcto. Lo mejor de Caracas, le dije, es que está en construcción permanente, y es mejor vivir en una ciudad por construir que en una ciudad construida por otros. Lo mejor de Caracas es que todo se mueve, a veces a paso lento, a veces muy rápido, que se pasa de lo feo a lo hermoso en segundos, y viceversa, que nada es estático, que todo cambia, que cuando uno cae en un hueco en una avenida recién asfaltada, se te mueve el piso. Y ese ritmo vertiginoso le recuerda a uno todos los días lo que es estar vivo.
Le dije, así es la Caracas que me enamora y por eso me quedo. Porque me fascina cómo me sorprende cuando salgo de mi casa.
Como le pasó a una prima que llegó hace poco de unas vacaciones de dos meses en Suiza. Ya tenía abstinencia del vértigo caraqueño. Después de contar los paisajes maravillosos y quietos que fotografió, comentó algo revelador: “Ya en los últimos días, no podía con el aburrimiento. Necesitaba ver a un perro muerto en la autopista”.


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